Si en México quisiéramos hacer política educativa basada en evidencia, estaríamos en problemas. En primerísimo lugar porque, a pesar de la importancia del tema y del nutrido grupo de estudiosos dedicados a ella, la verdad de las cosas es que contamos con muy poca “evidencia” de esa que pudiera servir para hacer política pública en educación basada en datos relevantes, pertinentes y confiables.
Baste como muestra un botón… gigante. En fechas recientes, la organización civil Mexicanos Primero publicó el estudio (Mal)Gasto: Estado de la educación, 2013. En ese trabajo se describen y analizan diversos aspectos del gasto público en educación de manera, a un tiempo, rigurosa y enormemente accesible. Entre los muchos méritos del texto, habría que subrayar uno, particularmente notable, mismo al que hizo referencia el presidente de Mexicanos Primero en una presentación reciente del libro: (Mal) Gasto es el primer trabajo de investigación publicado sobre gasto educativo en México.
Parece increíble pero así es. El gasto en educación no es un renglón menor del presupuesto. Representa alrededor del 20% del gasto público total, es decir, 1 de cada 5 pesos de lo que gasta el gobierno lo gasta en educación. Y, sin embargo, a nadie, a ningún investigador(a) académico(a) se le había ocurrido que hacía falta analizar de qué estaba hecho y cómo se empleaba dicho gasto.
Más allá de su importancia en el presupuesto, el gasto en educación constituye una pieza clave, central, fundamental de todo lo que ocurre en nuestro sistema educativo. Cuánto se gasta, en qué se gasta y cómo se gasta resulta esencial para desentrañar la anatomía de la política educativa y los hilos que, en mucho, explican los malos resultados de nuestras escuelas en términos de acceso equitativo, calidad y pertinencia. Tampoco esto, sin embargo, había resultado suficiente para generar estudios que abordasen de forma sistemática el tema de los dineros para la educación.
Gracias al texto de Mexicanos Primero hoy sabemos mucho más que hace un mes sobre el gasto en educación. Pero hace falta contar con más datos y análisis robustos sobre ése y muchos otros temas nodales. Por ejemplo: sobre la SEP, su estructura y funcionamiento; sobre los maestros, sus perfiles, sus orígenes y su desempeño; sobre los directivos de las escuelas y los supervisores del sistema escolar; sobre el impacto de factores escolares y extra-escolares en el logro escolar de los alumnos; sobre el desempeño laboral de los egresados de media superior y superior; y sobre los efectos de la descentralización educativa en los aprendizajes de los alumnos, entre muchísimos, muchísimos otros.
La magnitud de lo que desconocemos en el terreno de la educación y la política educativa es impresionante. Ese desconocimiento ha servido para perpetuar el status quo, para mantener un estado de cosas que beneficia a unos cuantos a costillas de millones de vidas y del futuro de todos. La falta de datos sobre los temas más básicos, revela nudos de complicidades y una sociedad muy poco atenta. Es entendible, los que pueden ocuparse no padecen el sistema. Urge cambiar este lamentable estado de cosas.
Publicado en La Razón.