Rosaura Ruiz *
El día de ayer se realizó la primera sesión del Foro de Consulta Nacional para la Revisión del Modelo Educativo, organizado por la SEP (en este caso, enfocado a la educación básica), donde se abrió un necesario y acertado espacio de diálogo que ha permitido, tanto a la comunidad académica y los especialistas en el tema, como a distintos representantes de la sociedad civil, verter sus análisis y propuestas sobre el rubro.
En dicho contexto, me permito expresar algunas cuestiones. De sobra es conocido que en los últimos años los resultados obtenidos por los estudiantes mexicanos en las pruebas internacionales, particularmente las que miden conocimientos en lengua española y matemáticas, han sido lamentables y están muy por debajo no sólo de los resultados de sus pares de otros países integrantes de la OCDE, sino de lo mínimo aceptable.
Por lo anterior, entre otras deficiencias, resulta imperativo modificar el enfoque pedagógico imperante en México, particularmente en lo referente a la enseñanza de las ciencias, para transformarlo en uno que propicie la apropiación crítica, reflexiva y seria de los contenidos disciplinarios, así como el desarrollo de habilidades y competencias científicas. En este sentido, en nuestro país habría que comenzar a concebir la educación científica, que a todas luces debe ser prioritaria, como un proceso multidimensional. Esto implica ir más allá de la habitual transmisión de conocimientos, promover el desarrollo del pensamiento crítico y lógico, incluir una aproximación a la naturaleza de la ciencia y de su práctica cotidiana y, sobre todo, poner énfasis en las relaciones que la ciencia guarda con los avances tecnológicos y sociales.
Ello requiere de un profesorado preparado, actualizado y conocedor de su disciplina, y es ahí donde vemos un reto principal: que el Estado ofrezca, de manera preponderante las herramientas y los espacios para que nuestros docentes, principalmente los dedicados a la educación básica, se capaciten, desarrollen habilidades y actualicen sus métodos y conocimientos. Actualmente existen diversos proyectos dedicados a lo anterior, que se han realizado satisfactoriamente y en muchos de ellos la UNAM ha tenido una participación relevante. Sin embargo, es trascendental que en este aspecto se mantenga el énfasis y se redoblen esfuerzos y tareas fundamentales.
No es ningún secreto que los vertiginosos avances científico-tecnológicos de los últimos años han determinado numerosos aspectos de las sociedades contemporáneas. Por ello, conviene promover una actitud más crítica e informada en torno a estos temas por parte de la sociedad, las instituciones educativas y las instancias gubernamentales. En este sentido se vuelve indispensable la elaboración de propuestas que partan de una revisión cuidadosa de los programas de estudio para que tiendan hacia una enseñanza de la ciencia desde una visión integradora y con una orientación menos parcializada. Urge cambiar el enfoque actual, predominantemente operativista, que ofrece poca conexión con la realidad y es carente de significado para los alumnos.
El reto consiste en elaborar propuestas curriculares transdisciplinares que impulsen una educación científica atractiva, útil y pertinente. Los procesos de transformación de las instituciones educativas, sobre todo las públicas, deberán partir de políticas innovadoras basadas en nuevos presupuestos epistemológicos, políticos, éticos y académicos, que posibiliten un replanteamiento integral del sistema educativo comenzando por su misión y su mística.
Los retos son mayúsculos, así mismo lo serán los beneficios para la educación en nuestro país de sortearlos plenamente.
* Directora de la Facultad de Ciencias de la UNAM
Publicado en El Universal.