El bullying, dicen los expertos, siempre ha existido en la casa, en la calle, en la sociedad, en el mundo, si por tal entendemos cualquier género de violencia ejercido por un sujeto o grupo de sujetos en contra de otro más débil o en desventaja manifiesta.
Hay quien afirma que la violencia es consustancial al género humano que la ejerce en incontables formas, que el sólo intento de enunciarlas provoca náuseas en la gente de bien.
Abarca todos los campos imaginables: el físico, el psicológico, el económico, el sexual, el de la dignidad y el honor… hace bullying lo mismo el muchacho o la muchacha que en la preparatoria abusa de su superioridad física o numérica para golpear a otro u otra más débil; hacen bullying los banqueros que se embolsan intereses de usura y sobrecobros inmorales por lo que les pega la gana sin que haya autoridad que defienda a los ciudadanos; hace bullying el maestro que le oculta el “retroactivo” a su familia; hace bullying el evasor de impuestos; hace bullying el mecánico que cobra por una pieza que no instaló al automóvil; hace bullying el gobernante que paga a proveedores “fantasmas” por obras o servicios “fantasmas” también.
Sin embargo, el tema no es dónde está y quién lo ejerce, el tema es cómo erradicarlo de nuestras escuelas en las que ha alcanzando niveles francamente intolerables… y va a la alza, alcanzando niveles de peste, y ésta no terminará, hasta que, como en el Edipo rey, descubramos y castiguemos al culpable de la muerte de Layo.
Sólo que en este proceso, como en Fuenteovejuna (1613) y en Michoacán, el pueblo que sólo quiere justicia, decide tomarla por su mano confiando en que la autoridad avale su acción.
Lope de Vega, basado en un hecho real, tiene mucho que enseñarnos a través de su obra teatral, porque la clave está en la unidad de todo el pueblo, en el que ningún vecino, se atreve a delatar al autor intelectual o directo de la violencia mortal, por ello, ante la insistente pregunta del juez: ¿Quién mató al Comendador? La respuesta fue siempre: “Fuenteovejuna, Señor” y “¿Quién es Fuenteovejuna?” “Todo el pueblo, a una.”
Tenemos que ser congruentes y responsables, si no queremos que ante el vacío de autoridad, las escuelas empiecen a organizar sus propias “autodefensas”.
No se trata de evadir el problema diciendo que corresponde solucionarlo al Estado, a los maestros o a los padres de familia, el asunto es de todos, porque en algún momento todos fallamos, justificada o injustificadamente: los padres tuvieron que llevar más ingresos a la casa y dejaron solos a los críos y se enfadaron mucho cuando algún maestro tuvo “la osadía de regañar a su querubín”; los maestros se hicieron los sordos ante el problema y el avance del bullying; los policías brillaron por su ausencia; las autoridades educativas hicieron cómo que la virgen les hablaba; los legisladores cometieron pecado de omisión porque estaban muy ocupados en repartir “moches” a los alcaldes; los responsables de los derechos humanos, tuvieron más interés en asegurar el presupuesto para la operación de su organismo que no termina de ciudadanizarse que en garantizar los derechos de las víctimas. Como siempre, los mercenarios de la educación, estuvieron prestos a ofertar bisutería para solucionar el problema a través de sus cursos para la prevención del bullying, diplomados y demás estampitas motivacionales, eso sí, vendidos a precio de oro.
El tema ya llegó a sus límites ¡no va más!
Igual que Hipócrates preguntó a Sócrates, si las virtudes no las da Dios y no vienen con el nacimiento ¿cómo es que hay hombres y mujeres virtuosos? Yo también pregunto ¿cómo es que existen escuelas sin bullying? ¿Cómo es que existen millones de muchachos y muchachas pacíficos? ¡Aunque usted no lo crea, las hay, y afortunadamente son la mayoría!
Debe haber algo que propicia este tipo de escuelas y este tipo de muchachos y muchachas sanos, y no es precisamente un teléfono para hacer denuncias ni los diplomados para prevenir el bullying.
Si de algo sirve, sería bueno asomarse a la historia de la educación, no antigua, reciente: conviene indagar cómo operaron las escuelas militarizadas de Puebla y Morelos (amén del Heroico Colegio Militar), cómo funcionó la República Escolar del Colegio “Justo Sierra”, cómo funcionaron las escuelas nocturnas que echaban en corrida las pandillas violentas con grupos de autodefensa entrenados en artes marciales, cómo funcionó la escuela Prevocacional del padre Severiano Martínez, o la escuela secundaria “Melitón Villarreal” extensión del ITESM en la que se admitía a todos los chicos expulsados de otras escuelas, lo mismo que a discapacitados y drogadictos mucho antes de que la cultura de la integración llegara a la escuela pública (en Monterrey).
Pregunto ¿Cuesta mucho: establecer guardias escolares en los planteles “identificados como violentos”; realizar la operación mochila sin tanto protocolo como lo hace el aeropuerto de cualquier país del mundo; aligerar la cantidad inútil de libretas y demás ocurrencias “pedagógicas” que hacen imprescindible las mochilas; formular horarios escolares más creativos sin necesidad de la pesada carga diaria de inútiles escolares?
Sería muy bueno, identificar escuelas y muchachos alejados del bullying, antes de que se establezcan las autodefensas escolares. Preguntar al que sabe, siempre es buena idea.