Después del descontento mostrado en las marchas multitudinarias; el papel de la seguridad pública; la aprehensión de varios estudiantes y su rápido envío a los penales federales en contraste con otros hechos que llevan años sin detenciones; las fotografías que muestran a civiles en vehículos oficiales que después participaron en hechos de violencia; la escasa cobertura de los medios de comunicación a las marchas pacíficas, en especial la televisión abierta y que si repitieron una y otra vez los hechos de violencia registrados, así como las declaraciones indignadas de quienes tienen la responsabilidad de la seguridad en México, salta a la vista la necesidad de cambiar la manera en la que se está manejando este país, y no sólo me refiero al intento social justificado de trascender el miedo y la indignación, sino ante la necesidad de un espacio público en el que se establezcan puentes, en un diálogo que le de cauce al despertar de las conciencias que se ha generado , al cual el Estado, si le preste atención.
Coincido con Pedro Flores Crespo, que escribió: “Ayotzinapa nos motive a reflexionar, a debatir públicamente, a actuar de manera responsable y argumentar teniendo en cuenta el dolor de los otros; más que incitar a peleas, quemas o sacrificios reivindicatorios”.
Es necesario debatir sobre el papel que desempeña el Estado, aunque muchas autoridades repitan que todo lo que pasa es responsabilidad de todos. Tampoco se pretende declarar su extinción y tal como lo afirma Israel Arroyo, hay que reflexionar y aceptar que ha cambiado la forma en que ahora se ejerce el monopolio de la violencia, la manera en que deben de garantizarce el derecho y los derechos humanos de una determinada comunidad política relacionados con otros actores de la política, con los ciudadanos y la sociedad civil.
En el libro que se presentó en Puebla “Estado, Derechos Humanos y Violencia” de Editorial Gernika, se encuentra que el término Estado ha sido manoseado por los políticos y que todo intento de cambiar la forma de gobierno, la configuración del Estado o el régimen de gobierno representa una transformación de gran calado, que no debe de confundirse nunca con mutaciones pequeñas o de dimensiones de política que no tocan los fundamentos básicos del Estado. Se explica que el régimen presidencialista tiene cerca de siglo y medio de existir en nuestro país, y que esa urgencia de cambio no es una ocurrencia de académicos desenfrenados. La realidad muestra que tal vez sea necesario pasar a uno de tipo híbrido donde exista un balance adecuado de poder.
Hasta este momento en México, las reformas políticas no han transformado ese régimen, porque han servido para revitalizar y fortalecer el presidencialismo mexicano.
Hay varias propuestas ante esta necesidad de un acuerdo político social urgente, importante me parece la del Instituto de Estudios para la Transición Democrática quienes proponen que:
- En el centro de las políticas y del debate, los derechos humanos de los mexicanos.
- No dejar a las víctimas de los familiares de todos los desaparecidos en un estado de indefensión como hasta ahora.
- Revisar y replantear el papel que le toca a los gobiernos municipales dentro del federalismo.
- El replanteamiento de la justicia a través de todos los niveles del poder judicial .
- Tomar el bono demográfico como una oportunidad para generar opciones innovadoras e incluyentes para todos los jóvenes, en especial quienes están en situación de pobreza y desigualdad.
- Una reingeniería de la estructura de rendición de cuentas en todos los niveles de gobierno, del poder judicial y del actuar político.
- La pluralidad y la diversidad de México es una riqueza, pero también un reto. Ante ella no tenemos un poder público capaz de enfrentar la actual crisis. Saltan a la vista los excesos del presidencialismo con sus trampas institucionales asociadas.
Ante la realidad lacerante de nuestro país, sigue existiendo un discurso repetitivo y dominante que cree saber cuáles son las fórmulas y las reformas necesarias para encaminarnos a la prosperidad, pero tenemos que admitir que ya es necesario dar el paso o los pasos necesarios para que esto cambie y seamos una nación en movimiento.