Víctor Manuel Pérez Valera
Es justo, al reflexionar sobre la reforma educativa en México, hacer mención del Centro de Estudios Educativos, que el próximo mes cumplirá 50 años. Esta asociación civil fue fundada bajo la dirección de Pablo Latapí Sarre, SJ, el auspicio de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús y la ayuda de muchos particulares. De este Centro salieron eminentes investigadores como Sylvia Schmelkes y Carlos Muñoz Izquierdo, entre otros.
Aportación importante a la educación en México fue la realizada por el doctor. Ernesto Meneses Morales, SJ, que en cuatro volúmenes escribió Tendencias educativas oficiales en México. También, conviene mencionar a Don Efraín González Morfín, distinguido político de Acción Nacional y secretario de Educación en el estado de Jalisco.
En esta línea es importante destacar las aportaciones del Colegio de México: en la colección de 16 volúmenes de Grandes problemas de México, se dedicó el tomo séptimo a la educación. Es precisamente un investigador de este colegio, el doctor Manuel Gil Antón, el que de manera más clara y crítica comenta la reciente reforma educativa.
Antón Gil [sic] utiliza una metáfora muy gráfica: la educación en México es como un autobús viejo y destartalado y que además tiene que subir un camino empinado lleno de baches y piedras. Este investigador se pregunta ¿por qué empezar la reforma tratando de capacitar al chofer? En efecto, la reforma educativa se centra sobre todo en mejorar la selección de los docentes y en evaluar su desempeño. Ambas cosas muy necesarias, ya que de 71 mil aspirantes a una plaza, dos de cada tres reprobaron, y de alrededor de 53 mil aspirantes graduados en escuelas normales sólo 3 de 10 aprobaron el examen para ocupar una plaza, y finalmente de cerca de 17 mil maestros activos sólo aprobó el 40 por ciento.
Se dice que esta reforma fue una “legislación al vapor”. A este propósito, conviene recordar que cuando la Asamblea Nacional francesa pretendía legislar sobre la eutanasia, Jean Leonetti, comisionado ad hoc de la XIII legislatura, hizo leer a los miembros del parlamento una síntesis sobre tanatología, luego convocó a expresar su opinión a más de 90 especialistas en enfermos terminales, y finalmente se envió una delegación a los Países Bajos para estudiar los efectos concretos de su legislación. ¿Algo parecido hicieron nuestros legisladores?
Una reforma educativa debería ser mucho más amplia y compleja: atender a los contenidos del curriculum y a la pedagogía, entre otras cosas. Es cierto, sin embargo, que no se puede mejorar todo al mismo tiempo. Sylvia Schmelkes, presidenta del recién creado Instituto Nacional de Evaluación Educativa opina que la presente reforma es sólo una plataforma para lanzar las reformas educativas.
Otro aspecto de suma importancia que una reforma educativa no podría omitir sería la educación en valores, en la que tanto insistían Pablo Latapí Sarre y Efraín González Morfín. Éste de una manera muy concisa y profunda decía que había que distinguir los niveles del conocimiento o tipos de saberes. Hay un saber de dominio y un saber de sentido y significado de la vida humana: el saber de dominio pretende la explicación de las cosas, es científico y técnico, en cambio, el saber de sentido y significado atiende a la conducta humana, a su realidad consciente y libre, pretende formar las convicciones básicas, como una especie de cuestionario fundamental del hombre en el mundo, en materia educativa: ¿qué es el ser humano, de dónde viene, a dónde va, cuál es su camino, cuál es la norma o valor para tratar a los demás? Los dos tipos de saberes no se contraponen, el maestro al enseñar el saber de dominio puede enseñar el buen criterio del saber de significado y de sentido.
Un reconocido filósofo de la educación, el catalán Octavi Fullat, que ha visitado México en varias ocasiones, ha señalado interesantes pautas sobre la educación en la posmodernidad: educar en la verdad, la bondad y la belleza, en la dignidad de la persona y esforzarse porque la educación tenga eficacia. La Universidad Popular Autónoma de Veracruz ha llevado a la práctica con éxito algunas de las iniciativas de este ilustre pedagogo.
En suma, la iniciativa de reforma del artículo 3° constitucional, fracc. III, VII, VIII y además la IX y la del art. 73, fracc. XXV son buenas iniciativas que pueden redundar en una mejor educación en nuestro país, pero como hemos indicado, todavía falta mucho por hacer, y además la realidad no se cambia por decreto.
Publicado en El Financiero