El pasado 10 de septiembre el Ejecutivo Federal promulgó las leyes secundarias de la reforma educativa. En medio de la crispación e incertidumbre que han provocado estas modificaciones a la Constitución, en Educación Futura nos parece pertinente no poner punto final al tema; es necesario continuar con el debate pues incluyendo las modificaciones legales, sin duda, pero mirando más allá de lo legal, lo que importa es que la educación en México salga del gran bache en el que se encuentra.
Ofrecemos, en este espacio, dos caras de la misma moneda: un par de miradas distintas publicadas en la revista colombiana Perspectiva esta semana. Con base en una introducción a la problemática dirigida al lector latinoamericano, se platearon varias preguntas a 2 de nuestros colaboradores, Blanca Heredia y Manuel Gil Antón.
La investigadora del Centro de Investigación y Docencia Económica, CIDE, con una perspectiva que sin dejar de ser crítica encuentra elementos para el optimismo, afirma que “El sentido y el texto de la iniciativa protegen los derechos de los trabajadores” y, al mismo tiempo, tutelan los derechos de los estudiantes de educación básica. Esos son los dos aspectos que tiene que equilibrar la reforma. Le parece adecuado poner fin al sistema previo que otorgaba un puesto de trabajo en el magisterio, de por vida, a los alumnos que egresaban a una escuela normal. Ahora deberán presentar un examen de ingreso. La reforma mantiene la “exclusividad” en los nuevos concursos a los egresados de las normales durante dos años más, antes de abrirse a todo aspirante que tenga condiciones para la labor docente.
En su opinión, lo que “busca hacer esta ley es introducir criterios de mérito y desempeño para poder acceder y conservar una plaza docente en beneficio de los niños, sin vulnerar los derechos de los trabajadores”. Este cambio es una buena noticia, ya que “abre la posibilidad de que las plazas sean ocupadas por quienes tengan motivación, experiencia, y capacidad, que además serán evaluados periódicamente”. La dirección es la adecuada, y mucho se juega en la manera en que se lleven todos estos procesos a la práctica.
La revista pregunta si hubiera sido conveniente incluir estas leyes en el ámbito de la educación superior, y al respecto Blanca Heredia opina que dentro de las instituciones educativas de este nivel ya existen instancias que se encargan de “calificar al profesional docente”, y considera que “quizás hubiera sido demasiado ambicioso” si todavía no se generaban primero cambios en la educación básica y media.
Por su parte, Manuel Gil Antón, profesor de El Colegio de México y director académico de Educación Futura, reitera, para ilustrar su opinión, la analogía que ha propuesto entre el sistema educativo con un autobús en muy mal estado, casi por colapsarse y con el motor dañado, que intenta desplazarse por una “carretera” que más bien es una brecha repleta de baches y cuesta arriba. Así las cosas, propone que pensar que el remedio central está en evaluar mucho a los choferes para que el vehículo se desplace a gran velocidad, es ingenuo o equívoco pues deriva de pensar que hay una causa, y sólo una solución al desbarrancadero educativo: cambiar las normas de ingreso y permanencia de los y las profesoras. Puede ayudar, pero de ninguna manera basta, afirma, para que se considere que se cuenta con una reforma educativa.
Desde su punto de vista, hay cuestiones del sistema educativo mexicano que son muy preocupantes como la “autoridad indolente, gremios impresentables, programas de estudios tan memoriosos que Funes reprobaría, condiciones paupérrimas de las aulas (“64% de las 220 mil escuelas públicas requieren trabajo en cuanto a seguridad estructural y condiciones generales de funcionamiento, y 44% necesitan mejoras sanitarias” según declaró el presidente Peña en su Informe de Gobierno) – el camión no anda bien – y en el contexto social, la brecha, las cosas no son mejores: “52% de los habitantes en condiciones de pobreza, 12% en pobreza extrema y 80% de la población en condición de vulnerabilidad”.
Remarca, además, el silencio sobre cuestiones importantes a su juicio: “¿Dónde están los profesores en estos planes? ¿Son socios u objetos pasivos de una nueva ocurrencia? ¿Es el paso de la arbitrariedad del sindicato impresentable a la discrecionalidad de una burocracia nacional y estatal corrupta e ineficaz”, o la caída en el pozo de la opacidad con la que laboran los gobernadores?
Miradas diversas, ambas con buenos argumentos que se complementan, en la revista Perspectiva. La Educación Futura depende, en buena medida, de que la educación sea un asunto a debate.
Nota: el video de Manuel Gil Antón con la alegoría entre el autobús roto y el sistema educativo devastado puede verse aquí.