Alberto Sebastián Barragán
Desde el artículo tercero constitucional, en sus diferentes versiones, se ha contemplado la responsabilidad del Estado para ofrecer educación básica: laica, gratuita y obligatoria (categorías con sus respectivas cualidades), de carácter público, y también se abre la oportunidad para que la ofrezcan los particulares que así lo deseen.
Para las escuelas, tanto públicas como particulares, se ha mantenido una constante que ha cambiado muy poco: la formación de los docentes. Específicamente para la educación básica, la mayoría de los profesores han surgido de las filas normalistas, y en mucho menor número, son profesores universitarios.
¿Quién entra a las normales?
Aquí es necesario recordar que desde 1982, con el Acuerdo 71, se establecieron las condiciones del bachillerato como siguiente nivel de la Educación Secundaria. Posteriormente se elevó la Carrera de Maestro a nivel Licenciatura en 1984 (con la preparatoria concluida como requisito mínimo de ingreso). Luego se consolidó la opción de bachillerato especializado por áreas finales, para perfilarse hacia el estudio de una carrera específica.
Así fue, que en 1991, con el Acuerdo 159 se ofertó el “Bachillerato Pedagógico” en el que se cursaba un tronco común y, en los últimos dos semestres, una serie de materias optativas que estaba conformada por un bloque psicopedagógico que complementaba la formación previa para la docencia. Este bachillerato ofrecía formación propedéutica, y se tomaba como ‘preferente’ para ingresar a la Escuela Normal. Esas áreas finales desaparecieron tras el egreso de algunas generaciones.
Para 2008 se publicó el Acuerdo 442 por el que se establece el Sistema Nacional de Bachillerato, que sentó las bases de un “Marco curricular común” basado en competencias, el cual homologa las condiciones para todos los egresados de educación media superior, de las diferentes modalidades.
Para el ciclo escolar 2012-2013, egresaron estudiantes del nivel medio superior, a quienes se les reconoce el carácter universal de todas las modalidades y subsistemas de bachillerato; de modo que cualquiera posee las condiciones suficientes para ingresar a una Escuela Normal. Y no necesita (como antes) sólo la secundaria, o (tiempo después) un bachillerato pedagógico.
Ingreso a las Normales
En los recientes meses de abril, mayo y junio, las diferentes entidades de la República expidieron “fichas” para el ingreso a educación superior, a los estudiantes de 6° semestre (y egresados) de preparatoria, en condiciones de presentar el Examen de admisión (la mayor parte de los estados ocupan el Examen Nacional de Ingreso a la Educación Superior, EXANI-II) y, de acuerdo con sus resultados, se reguló el ingreso a estudios de nivel superior. Aquí, nos enfocaremos en el ingreso a las escuelas normales.
Cada sistema de estatal define la oferta de licenciaturas en educación preescolar, en educación primaria, o en educación secundaria (con sus respectivas especialidades), y en educación especial. En algunos estados se especificó el número de lugares para cada licenciatura, el costo del trámite es variado, las fechas de aplicación fueron distintas, así como las condiciones para el otorgamiento de las fichas.
De acuerdo con algunos profesores de Escuelas Normales, la demanda de aspirantes ha disminuido. Y era de esperarse, ya que de acuerdo con la expectativa que ha generado el “Servicio Profesional Docente” que se implanta en el sistema educativo, la condición laboral del docente cambiará; es decir, se percibe que dejará de ser un “trabajo seguro”, como se denotaba hasta hace poco.
Puntos críticos
El decremento de aspirantes ¿es benéfico o perjudicial?. Si reducimos este análisis a que el interés por ingresar a la docencia radica mayoritariamente en la “seguridad laboral”, la disminución de aspirantes es benéfica, ya que los que solicitaron una ficha para hacer examen de admisión, están asumiendo el reto que implica hacer una docencia de calidad, que se traducirá en ‘permanencia’.
Sin embargo, la elección de cualquier carrera, entre ellas la docencia, lleva implícita una serie de circunstancias que condicionan o determinan esta toma de decisión. Aquí quisiera recurrir a un planteamiento de Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron, de su libro Los herederos: los estudiantes y la cultura, en donde señalan que esta deliberación del aspirante, está mediada por su contexto.
La denominan “restricción de elección”, y está condicionada por circunstancias sociales e históricas. En dicha estrategia analítica, se reconoce la influencia de los modelos tradicionales de división del trabajo (y de los “dones”) entre los sexos. También se plantea que dicha restricción, puede estar razonablemente destinada por la categoría social. Y en el libro presentan un respaldo cuantitativo de ello.
Para nuestros intereses, es preciso reconocer que la elección de la ‘carrera de maestro’, obedece en gran medida a rasgos familiares y sociales. O, en su caso, otro aspecto importante es la trayectoria biográfica, en la que el aspirante, construyó durante su estancia como estudiante, la imagen de una docencia digna de reconocimiento, y la elige como su profesión a la que le dedicará su vida.
Justo estos aspirantes que toman su decisión, en que no interviene la profesión o la decisión de los padres, son quienes realizan con buen desempeño su formación inicial y su siguiente trabajo docente. Cuenta de esto nos pueden dar los profesores de las Escuelas Normales, quienes perciben qué estudiante se encuentra matriculado en la institución por decisión personal, y quién está por decisión familiar, o de otro tipo.
Cabe destacar que esta reflexión embona mejor para los recientes procesos de selección, en los que ha adquirido mayor presencia la aplicación de un examen de admisión; ya que, como sabemos, antes el mecanismo de ingreso a las normales era descaradamente distinto.
El inicio de la carrera docente, está marcado por tres exámenes: el Examen Nacional de Ingreso (EXANI-II), y al finalizar la formación inicial, el Examen General de Egreso de la Licenciatura (EGEL); ambos exámenes se han presentado como pruebas estandarizadas con reactivos de opción múltiple; luego vendrá el Examen de Oposición, con las mismas características, que es el que sirve para asignar las plazas.
Y próximamente, de acuerdo con la continuidad de la reforma educativa, llegará la Evaluación del docente en servicio, que ha propuesto el gobierno federal en turno. Entonces, esperamos con altas expectativas los resultados, ya que la conformación de tantos ‘filtros’ nos hace suponer que ingresarán al servicio docente, y permanecerán en él, sólo los maestros mejor calificados. Ya veremos qué pasa.